viernes, 3 de marzo de 2017

SIN MEDIDA




Vago sobre árboles y nubes, a la altura exacta de tu beso, donde la flor se olvida del mundo y el mundo del Hombre. Allí vivo sin tiempo, sólo labios danzando en el roce elevado de los cuerpos. Te enredas en mis ojos (única imagen del deseo). Tu luz se convierte en mi destino inmediato, el lugar rojo donde trenzar el vértigo.

Ha amanecido debajo del agua, como antes, cuando tu olor me anudaba al mar y nos abrazábamos libres en las profundidades. Después nos desprendíamos de nosotros para empezarnos de nuevo desde un olvido intencionado. ¿Dónde está tu ombligo, al final de cuánto desierto? Mi sed es mi brújula. Y te encuentro. Tu voz nos advierte de paraísos de algodón para las manos. Si te acaricio, ¿moriré dentro de un efímero suspiro largo?

Ay, amor, las montañas se abren,
cabemos los dos en una grieta de la Historia para amarnos,
tu pecho se adhiere a mi espalda como una piel renovada,
muerdes la monogamia de mis hombros,
siento la caída libre de mi alma,
tu vida se estremece en mi pulso,
quiero besarte,
el universo queda suspendido en el aire,
me giro, 
no puedo esperar otro siglo, 
en tu lengua dejo mi respiración entrecortada.

Tu nombre aparece en estado puro de mi saliva y vences a la muerte dentro de mi boca, derramando sin medida la armonía blanca de tus alas.

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