lunes, 8 de mayo de 2017

"No se detiene esta herida de fuego"


Me lees ese poema que no habla del frío, al borde de tu cama. Tu voz suena como un recuerdo de agua dulce. Cada palabra es una rosa templada que se abre en mi pecho. Sé que después del poema vendrá el beso. Siento el profundo escalofrío de la espera, la contención del tiempo entre mis labios. Me tumbo para suspirar. Siempre lo hago. Hay veces que sólo puedo quererte desde la horizontalidad de mi propio desvanecimiento. 

Y en ese momento en que te recibo y tu voz vuelve a ser estrella que juega vertical en mi cuerpo y nace un pájaro blanco en mis párpados de lluvia y abro los ojos para comprobar que el mundo entero forma parte de tu inmensa luz... te susurro ese verso que se repite en mi memoria cuando amo: "no se detiene esta herida de fuego". Y te duermes, con tu aliento tan cerca de mi boca que hasta respiro tu sueño.


A Manuel Fernández Mota.
Si la vida fuera un poema, querría morir lúcida entre tus versos.

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