No hay nada,
un bosque ardiendo
en la primera línea del horizonte,
un desierto de piedra
huyendo hacia la playa,
otro pronombre en tu voz:
"ella",
resonando en mi cabeza
como un eco de la destrucción.
No hay nada.
Quizá un beso en el cuello
hablándome
por última vez de Sitges.
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