Huye con mis manos de esta tierra de mil soles, busquemos penumbra tranquila para que nuestros labios amen con libertad. Allí habrá silencio y la voz fingirá ser cuerpo que se mueve hacia la vida, como un río recién nacido que no le basta un solo mar. Me llevarán a ti, caricias de otro tiempo, una bodega de bondad. Quizá no volvamos a vernos. Pero la felicidad se me grabará en los ojos. Y mi dolor conocerá una nueva manera de mirar.
© Laura Villanueva Guerrero
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