En esta corriente
de algas rojas
donde tu beso
es sal de dioses,
sentencia, vivo
el segundo desbocado,
mi sangre se llena
de olas nuevas
y te ofrezco
el espejo de mi sexo,
la luz temblorosa
anidada en cada
vértebra.
© Laura Villanueva Guerrero
En esta corriente
de algas rojas
donde tu beso
es sal de dioses,
sentencia, vivo
el segundo desbocado,
mi sangre se llena
de olas nuevas
y te ofrezco
el espejo de mi sexo,
la luz temblorosa
anidada en cada
vértebra.
© Laura Villanueva Guerrero
Cuando la luz en tu espalda era
el único propósito de mi aliento
y pronunciábamos todos
los nombres de la brisa
y dudábamos de los estados
de la luna y nos mirábamos
como si estuviéramos suspendidos
en el espacio
y jugábamos a ser ofrenda primitiva,
reloj de sueños.
Cuando éramos tan solo “tú y yo”
en el territorio sagrado del presente.
© Laura Villanueva Guerrero
El abrazo cálido de los
huesos, la soledad vencida,
la sucesión de instantes
creando constelaciones,
la vida gritando desde
dentro, la especulación de
la luz al borde de la palabra,
la niebla coloreada, la verdad.
Tu piel desnuda
se instala en la
vida de mis pupilas,
no se apaga el color,
no se apaga la textura,
permanece el brillo
otorgado por las
últimas luciérnagas
escondidas.
© Laura Villanueva Guerrero