Adivíname la caricia, a qué parte de tu alma irán mis manos para tocar el mundo y sentir el origen del espacio en mis venas, fluyendo, como paloma roja que vuela en su ilimitado viaje.
Déjame
en los labios el jardín blanco de la luna, para respirar la
atemporalidad de las flores y ser fugaz y eterna en tu beso
[néctar
de cielo,
pequeño
sol dentro de la hoja,
vértigo
líquido en el núcleo de la Tierra,
búsqueda
de la paz en las alas de un estanque].
Llévame
al centro de un suspiro, que mi voz nazca del anhelo de tenerte en la
mañana de aves tranquilas, junto al universo celeste de estrellas.
Y
dame ese abrazo único que deshace el tiempo: divide en segundos
tuyos el resto de mi vida.
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