sábado, 26 de noviembre de 2016

Noche turquesa de corolas marinas

Abres mi silencio cerrado, rosa de mar
que olvida su pasado de murciélagos.

Se estremece, despacio, el cielo anidado en mi nuca
(anhelo curvado de lo tangible e inmediato).

Me agarro a tus pies para retomar mi vuelo nocturno,
dentro de volcanes sumergidos en polen volátil de pájaros.

Me deslumbra el aire iluminado por tus ojos

                [¿Cuál es la nueva unidad de medida de la luz:
                ola, brisa, rayo...?
                ¿En qué coordenada del Triángulo de las Bermudas
                desemboca el sol,
                - cascada de pétalos que desobedece
                a las leyes antiguas de la Naturaleza - ?]

Caen las kamikaces hojas de los árboles
y florece un lago en sus fértiles huellas de tierra.

Me abrazas. Aparece el último reducto de la sociedad no capitalista:
                                               tu beso;
una circunferencia de relámpagos atrapa
                                               la constante 
de tu cuerpo en mi cuerpo.

Estás en todos los sueños de mis manos.

Tu piel me eleva
a la noche turquesa de corolas marinas.

Huyo del Tiempo
subida al esperado racimo blanco de la vida.

                Amanece
                en el agua caliente
                de una estrella oscura.

Alejada de mí misma,
- materia encadenada
al oro líquido de las alturas -
miro de nuevo tus ojos

y vuelve a deslumbrarme
el hambre de la luna.

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