Me encontraste
con la lumbre herida,
sobre un sol
de núcleo helado,
viviendo el escalofrío
desde dentro,
con las entrañas partidas
por un deseo impronunciable.
Deshuesamos el vino
hasta extraer
sudor y rabia
por querernos tan arriba,
por querernos tan arriba,
siempre se nos quedaban
los pies descalzos.
Quién necesita zapatos
para huir por el cielo.
Ya ves, te amo de esa
manera tonta
en la que mueren los
árboles.
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