A media tarde te ilumina
la costumbre
de la ventana
y llora en tu cuerpo
la penumbra,
el desahogo póstumo
de la vida.
No hay sombra
en tus músculos,
tan sólo impulso
y voz,
la sangre hilvanando
el movimiento.
Y me tumbo
en la parte de arriba
de tu latido
para prensarte
entre mis brazos
como una uva
derramada
de sol a sol.
Fotografía de Emilio Jiménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario