El calor me ha desvestido
y soy un fruto desnudo
en tus manos.
Bebes de mis ojos
el tiempo,
otra vida.
Llega la música del sol
abierto
y te abrazo hasta que el mar
suena distinto.
Lloro por el cambio de estación
como si jamás fuera a volver
el invierno y mi aliento tuviera
que olvidar
la nieve roja de tus labios.
Tu voz me está matando de
silencio. Ámame en el límite
entre cuerpo y universo,
en ese lugar al que regresamos
para reconocernos.
Deslinda conmigo
la huída de los astros hacia
un planeta nuevo.
Se iluminarán las luces del mundo
que nos quedan adentro
entre la sangre y el deseo.
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