martes, 30 de mayo de 2017
Cuando me encuentre un ángel
Cuando me encuentre un ángel
cruzando la frontera,
¿qué haré con todos tus besos en mis pies?
Leerá mi mensaje de agua
que hablaba de la eternidad de tu boca.
Verá cómo jugábamos al no-ser
escondiendo silencios entre las piernas.
Tendré que devolver la luz que, a ratos,
robábamos a la primavera.
Y confesar que te quise de nube en nube
como una certeza nómada.
Estaré al otro lado.
Y no habrá cambiado casi nada.
Yo seguiré pensando en ti,
con la pasión de mi alma trasmutada.
En la verbena del aire
En la verbena del aire se está deshaciendo la tristeza
y una lluvia de luz clara invade mi alma entera.
Se balancea mi voz
como una palabra nueva.
Todo es misterio a este lado del bosque
donde revolotean las luciérnagas.
El sol ha bajado a una nube de mar...
¿Queda espacio para una luna de hiedra?
Necesito recuperar el viejo aroma a sueño y naturaleza.
Aunque el mundo ya no me dé miedo, me siento pequeña.
Abrázame, amor. Y hazme olvidar la herida mortal de la existencia.
En esta danza de lunas fugaces
En esta danza de lunas fugaces,
el agua y el fuego son un mismo elemento
en la voluntad de mi cuerpo
y viajo de puntillas por el secreto mostrado
de tu carne, casi sin aliento.
Cada luz de la naturaleza persigue tus labios,
el baño rojo de belleza que ciega inviernos largos.
El silencio del mundo estalla dentro de nuestro abrazo.
Besarte es comenzar una nueva vida,
el milagro de un único lazo.
El universo sigue paseando por una gota de tu frente,
tu voz vive debajo de mis uñas,
induciendo a mis caricias pequeñas, su longitud de música.
Llego a tu espalda con la misma idea de siempre:
que tu sangre indolora corra dentro de mi alma,
sin prisas,
y gritemos juntos que el amor existe a su manera
en esta desatada tormenta de sed y de hambre.
El deseo se creó en el séptimo día
para que la ira del tiempo no tuviera descanso.
Vuelve a la cama.
Y traduce con tu lengua, el idioma de mi ombligo
cuando todas mis curvas agonizan al unísono.
Estrella negra
la sacudida larga de una estrella negra.
Así llegan los días, con su golpe seco
de realidad en la ventana.
El petróleo de la nada va cubriendo
nuestro viejo abismo de rosas,
el círculo de soles
donde aprendí a decir los números de tu nombre.
Me dejaste marchar a la soledad
de puentes vacíos y luces calladas.
El lago de oro donde veíamos venir la vida
sufre la ceguera del líquido.
Y vuelvo a preguntarme,
con esta voz paralizada en el alma,
cuánta verdad de flor había en tu beso,
por qué el mundo continúa
si se han evaporado los jardines del cielo.
Doy un paso más hacia la luna.
Tiembla el fuego de una avispa en mi boca.
Duele la ausencia más que nunca.
Se me han quedado frías todas las promesas
y en mis ojos cansados, el hielo juega consciente
una y otra vez a las despedidas.
La llama apagada del suspiro
¿De qué color son tus ojos?
- me decías con la risa en la mano -.
Eso sólo lo sabe la primavera,
cuando florece el mar empequeñecido
dentro de su primera ola
y cien palomas marcan
luces de nostalgia en la orilla.
¿Cuántas huellas de amor
guardará en su memoria
la despedida de la espuma?
Yo estuve una vez amando
con los pies en las nubes
y el alma en el fondo del océano.
Los besos se quedaban atrapados
en las velas submarinas de los barcos.
Y soplaba un viento de dudas
con aroma a jazmín derramado.
¿Qué exilio te ha llevado tan lejos?
¿Qué ciudad aún no te ha soñado?
Tu voz me arranca el aire y respiro
el abandono de un silencio dolorido.
Me envuelve esta experiencia anticipada
de muerte, la llama apagada del suspiro.
¿Qué dedos gritan en tu piel todos sus miedos?
¿Has sustituido mis lágrimas por lluvia de planetas perdidos?
Me escondo en la corteza de un árbol.
Yo también siento el daño palpitante de la estrella.
Soy una línea más del tiempo desmadejado.
¿Es savia o lamento, esta sensación heredada
de tu abrazo? El apego a tu vida. La prisión del tacto.
El cielo golpea mi espalda con tu nombre,
los latigazos del olvido van doliendo menos:
una cicatriz y sus mil largos insomnios.
Ya no huyo.
He roto el vínculo con la soledad.
En el horizonte cae la noche. Hace frío...
Y nace un pájaro del último recuerdo anidado en tus labios.
en las velas submarinas de los barcos.
Y soplaba un viento de dudas
con aroma a jazmín derramado.
¿Qué exilio te ha llevado tan lejos?
¿Qué ciudad aún no te ha soñado?
Tu voz me arranca el aire y respiro
el abandono de un silencio dolorido.
Me envuelve esta experiencia anticipada
de muerte, la llama apagada del suspiro.
¿Qué dedos gritan en tu piel todos sus miedos?
¿Has sustituido mis lágrimas por lluvia de planetas perdidos?
Me escondo en la corteza de un árbol.
Yo también siento el daño palpitante de la estrella.
Soy una línea más del tiempo desmadejado.
¿Es savia o lamento, esta sensación heredada
de tu abrazo? El apego a tu vida. La prisión del tacto.
El cielo golpea mi espalda con tu nombre,
los latigazos del olvido van doliendo menos:
una cicatriz y sus mil largos insomnios.
Ya no huyo.
He roto el vínculo con la soledad.
En el horizonte cae la noche. Hace frío...
Y nace un pájaro del último recuerdo anidado en tus labios.
lunes, 29 de mayo de 2017
Al final de este túnel
Espero la flor blanca al final de este túnel. Tu luz abarca varias vidas y alguna muerte. Ahora que estás sobre mí y juegas a descubrir islas del tesoro en mis ojos y avanzas con tu fuego arrasando las señales que quedan del invierno, me doy la vuelta para que mi espalda también sueñe con la saliva de tu beso.
Amor eterno
Se empequeñece el espacio, la luna vuelve a ser canica en mi bolsillo. El tiempo es materia indivisible. Solo hay segundos en mis dedos, millones, aburridos, soñando con relojes de arena sobre una montaña de nieve fucsia. La realidad se deshace. Pétalos de nada bajan y suben. Las olas rompen cuadradas. En el horizonte vive la araña que teje el dolor reptante de la ausencia. Observo el mundo. También es indivisible, de kilométrico acero. Duermo sobre un tenso cable de nube. En equilibrismo constante, en búsqueda continua de tu beso. Un suspiro sobrevive en el crepúsculo. Allí dejo tu nombre junto a este inútil amor eterno.
domingo, 28 de mayo de 2017
Cuatro colores primarios
Reposo mi voz en un jardín de luz y me lleno de ti. Tu cuerpo se ha volcado en mi latido íntimo y sueño con las olas turquesas de El Algarve. Sube conmigo al rincón azul del infinito y quédate en mi cuello como la última verdad del mundo. Tu suavidad va consumiendo uno a uno todos mis escalofríos.
El aire nos roza y se incendia de un color distinto. Contigo hay cuatro colores primarios. El cuarto lo dejas caer en mi boca y se convierte en sabor único. Y así te pienso en las noches cálidas de mayo, justo en mi lengua. Y me trenzo mirando las paredes como si fueran a menguar y enjaularme lejos de ti. Después recupero la memoria del tacto y sigues estando en todas las caricias traviesas de mis pies.
Ya tenemos encima mil nubes inquietas esperando otro abrazo. Esta verbena de esencia blanca que nos protege del pasado. Amor, si alguna vez desaparece el cielo, mírame fijamente. En tus ojos recobraré la conciencia azul que me une al origen de la vida. Tú ya estabas allí, en la primera célula. Y yo, millones de años después, sólo soy una flor, enraizada en el intenso anhelo de tu presencia.
Búsqueda embriagada
Se me han saltado las vértebras
en esta búsqueda embriagada
de tu cuerpo.
Soy casi un círculo entre las olas,
soñando aún con más agua.
Y así llego a ti,
como un desvalido ser acuático,
aprendiendo a respirar
en la belleza terrestre de tu aliento.
Primera piedra
Trae la primera piedra aquí,
a mis muslos,
y construye conmigo un paraíso renovado.
La vida va sin luz
hasta que me encuentras escondida
en la oscuridad violeta de la danza.
Sobre ti, tarareo nubes incompletas.
Me detengo en la presión algodonada de tu boca,
en ese fuerte batir de labios sobre mi existencia vaciada.
Y vuelo en libertad, de espaldas a la norma,
atravesada por cada uno de tus salvajes movimientos de agua.
miércoles, 24 de mayo de 2017
Siento
Siento en cada latido una rosa
abierta a otro amanecer de lluvia.
Las aceras mojadas .
Las mariposas de mi estómago
jugando a ser diosas libres.
Ponle nombre a la sed de mi carne
cuando te acercas.
La paz del espacio enjaula
cualquier expresión de ira.
Cierro los ojos respirando vida en el vacío.
Todo se mueve.
Se desplazó el universo un centímetro.
Ahora gira junto a un ángel celeste.
cualquier expresión de ira.
Cierro los ojos respirando vida en el vacío.
Todo se mueve.
Se desplazó el universo un centímetro.
Ahora gira junto a un ángel celeste.
Eres la última esperanza de supervivencia de mi boca.
Lloro en esa luz sola que viaja hacia la luna.
Emigran mis lágrimas.
Y yo me quedo en el planeta Tierra,
con la pregunta de siempre
temblando de calor entre mis piernas.
Emigran mis lágrimas.
Y yo me quedo en el planeta Tierra,
con la pregunta de siempre
temblando de calor entre mis piernas.
viernes, 19 de mayo de 2017
Cuántas noches te he nombrado
¡Cuántas noches te he nombrado
con la piel en la garganta
y me he agarrado a las sábanas
con el silencio de mis manos!
Se fragmentaba el aire,
un insomnio de jazmines
(la fragancia muda de la ausencia)
como puzle invisible
me ahogaba los ojos.
Y al día siguiente
me esperaba afuera la realidad inamovible
y tus labios, reuniendo
todas las distancias del mundo.
jueves, 18 de mayo de 2017
Te busco
Te busco.
Mi boca hace dos pausas en tus rodillas
(aleación de saliva y hueso).
Tu cuerpo debajo,
en todos mis sueños
y yo, muriéndome
en el mismo vuelo eterno
delante de tus ojos.
Aquel rincón de rosas gigantes
La tarde empezó con la promesa de la brisa,
meciendo mi cuerpo sobre la longitud de tu vida.
Yo soplaba en tus hombros
para calmar las hogueras encendidas.
Detrás tuya dormía un dragón.
Después del penúltimo abrazo, grité:
¡vuelve pronto, amor!
Y me senté a esperarte en aquel rincón de rosas gigantes.
No volvías. Días y noches de lluvia sin luz.
Y te tragó la impaciencia de mi sombra perdida.
miércoles, 17 de mayo de 2017
Postdatas de fuego
La enredadera de tu voz
invade el espacio
Un sonido de frutas
va acariciando mi alma
en su vuelo diagonal de dulzura
Siento la llegada del verano,
su flor de almíbar
entre mis piernas, respirando
Mil postdatas de fuego
escritas al amanecer
me dejan cicatrices
en la cintura
y trepas hasta una nube
para bajarme
el símbolo completo de la blancura.
martes, 16 de mayo de 2017
Las luciérnagas del olvido
Las luciérnagas del olvido
siguen iluminando el pasado.
Vuelven cuando apago la luz
y la nada se duerme en mi mano.
(Soy un capricho del tiempo,
el minuto blanco de la rosa).
No me importa esperar mi turno
entre todas tus amantes,
parar el cielo cuando amanece fucsia,
contar violines en tu pecho,
ver juntos sombras de araña en las paredes,
reírnos del silencio que viene después de un suspiro.
Soy agua de luz cuando te pienso,
nube de estrella voladora,
mujer con un ritmo difícil en el corazón y el sentimiento.
Asumo todo lo que pueda ocurrirnos
siempre que te lleves a todos tus viajes
la maleta deshecha de mis labios.
En quince pedazos
He dejado de llorar.
Mi consciencia de vertebrada asustada me protege del dolor. Han parado de hacerme daño las serpientes que secuestraron mi ombligo. Me arrastra el río hasta un amanecer más (la herida del sol, siempre. A ras de sueño roto).
Se parte la aurora en quince pedazos. Una pregunta escuece en mis labios como el camino de una oruga roja. Quiero tragarme la duda infinita de tu regreso. Y volver al mar, para enjuagarme los besos imposibles en la orilla del Atlántico.
Mi consciencia de vertebrada asustada me protege del dolor. Han parado de hacerme daño las serpientes que secuestraron mi ombligo. Me arrastra el río hasta un amanecer más (la herida del sol, siempre. A ras de sueño roto).
Se parte la aurora en quince pedazos. Una pregunta escuece en mis labios como el camino de una oruga roja. Quiero tragarme la duda infinita de tu regreso. Y volver al mar, para enjuagarme los besos imposibles en la orilla del Atlántico.
lunes, 8 de mayo de 2017
Tanta nube
Tanta nube y, tú y yo,
contra la pared,
amándonos con la voz en los ojos.
Voy a salir a buscarte
antes de que se haga de noche
y todos los faros del mundo
lleven en su luz, tu nombre.
Tuve que dejar toda mi agua
callándose en la ausencia,
nidos vacíos de luz en la boca.
Rota el hambre,
sólo tengo sed cruzándome
las vértebras.
Creo verte en todos los aviones
que sobrevuelan la Península.
Intento adivinar adónde vas esta vez:
Estambul. Atenas. Dubrovnik.
Me gustaría volver al Monte Palatino
(voy a recordar toda la vida
ese día azul, tu caricia),
abrazarte
bajo la enormidad de la Historia.
Luego contar los segundos que tardo
en recorrer tu espalda con mi risa.
En fin, buen viaje.
Cuando llegues, no escribas.
Todavía
Tenemos los sueños incendiados,
el aire arrasado de tanto respirarnos.
De la última pausa imposible de nuestros labios,
nació otro universo
y entre tu pecho y mi espalda
todavía sigue volando.
el aire arrasado de tanto respirarnos.
De la última pausa imposible de nuestros labios,
nació otro universo
y entre tu pecho y mi espalda
todavía sigue volando.
La ofrenda perdida
Si ya no recuerdo
las esporas del último encuentro
y el deseo se queda quieto y virgen
en la espera de otro abrazo,
quizá no sea yo misma
y sólo lleve en las manos
palomas dormidas,
silencio de fuego, dolor de mayo.
las esporas del último encuentro
y el deseo se queda quieto y virgen
en la espera de otro abrazo,
quizá no sea yo misma
y sólo lleve en las manos
palomas dormidas,
silencio de fuego, dolor de mayo.
"No se detiene esta herida de fuego"
Me lees ese poema que no habla del frío, al borde de tu cama. Tu voz suena como un recuerdo de agua dulce. Cada palabra es una rosa templada que se abre en mi pecho. Sé que después del poema vendrá el beso. Siento el profundo escalofrío de la espera, la contención del tiempo entre mis labios. Me tumbo para suspirar. Siempre lo hago. Hay veces que sólo puedo quererte desde la horizontalidad de mi propio desvanecimiento.
Y en ese momento en que te recibo y tu voz vuelve a ser estrella que juega vertical en mi cuerpo y nace un pájaro blanco en mis párpados de lluvia y abro los ojos para comprobar que el mundo entero forma parte de tu inmensa luz... te susurro ese verso que se repite en mi memoria cuando amo: "no se detiene esta herida de fuego". Y te duermes, con tu aliento tan cerca de mi boca que hasta respiro tu sueño.
A Manuel Fernández Mota.
Si la vida fuera un poema, querría morir lúcida entre tus versos.
Si la vida fuera un poema, querría morir lúcida entre tus versos.
jueves, 4 de mayo de 2017
Evoluciona el mar
Evoluciona el mar. Una selva de astros negros baja por la columna invisible de la ausencia. Estás en la oscuridad, como unos ojos rojos que advierten de colmillos hambrientos. Intento dormir para no soñar contigo. A mis manos se les está acabando el tiempo de la caricia. Ya no recuerdo la sensación de un beso en el cuello, mientras las calles se vacían de gritos. Puede que aún te quiera y por eso me atrapa este vuelo de cangrejo entre algodones de hierro blanco. Tú decías que nunca me olvidarías. Aún conservo el reloj sobre el que lo juraste.
Un último sol
Ha salido un último sol en mi pecho, con olor amarillo a verano derretido. Mis lágrimas han derribado antiguas imágenes del caos y una percepción esclava del movimiento ordenado revienta en silencio la paz arrinconada de la existencia. Hay mar después del amor, incluso vida. Pero yo quiero seguir clavada, como un suicidio a tiempo, en la mitad realzada de tu cuerpo.
Amor, deja de dividir el tiempo
Amor, deja de dividir el tiempo en besos de tu boca, no puedo continuar caminando en sueños por este cielo de amapolas libres que brilla a un centímetro-luz de las olas. Fuiste distancia, a veces olvido recurrente en mis ojos callados. Te marchabas cada noche. Te he esperado siempre con la paciencia de una estrella templada que sobrevuela la mitad iluminada del planeta. No llevo ya palabras dulces en las manos, sólo un pájaro que conoce de memoria las trampas escondidas en tu espalda.
Amatesis
Ladeo mi cuerpo entre nube y nube, curvo mi médula, apoyo la cabeza en la idea verde de tu mirada, me cubre un refugio blanco de estrellas, acaricio mi cuello con los ojos cerrados y pienso en tu beso. Invento la palabra nueva del día (amatesis). Voy lentamente hacia tu espalda como una gata que tiene miedo a la luz. Y allí me quedo, gritando el verbo que no quieres dejar de oír nunca.
martes, 2 de mayo de 2017
Y ahora descansas
Perfumada con el vapor de tu cuerpo,
llevo nombre de ciudades bajo los pies,
huellas de mar en los ojos
y el sollozo caliente de un astro entre las piernas.
Dices que no vas a parar de besarme.
Muero de luz.
Eres el único sueño que perdura en mis labios.
Aprisiono mis manos en tu espalda.
Te quiero.
Hay veces que tiemblo
en mitad de una noche cualquiera,
recordándote.
Mis dedos llegan a tu cuello.
Allí detengo el sol.
Me dejo caer en una sombra pequeña del espacio.
Me rescatas de la gravedad.
Siento tu pecho en mi alma,
el dolor del olvido antes de que suceda.
Tengo miedo a estar sin ti la próxima primavera.
Tu aliento humedece mis párpados.
Necesito que me conviertas ya
en un cálido fósil de agua.
Llévame al origen del movimiento.
Muéstrame las danzas del universo,
una a una,
desde el impulso central del tiempo.
Hay tanta belleza en el aire que nos rodea...
Inicio mi lenguaje de suspiros
para que al final me atrape
el silencio quieto de un árbol florecido.
Trepo por el océano.
Todo es blanco si miras dentro de mi.
Has recorrido Venecia a través de mi pulso.
Y ahora descansas.
Yo sufro la consecuencia del vértigo.
Y un trapecio azul se balancea despacio
detrás del primer infinito de la galaxia.
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Te irás, la vida se definirá por otros gemidos, se abrirá la puerta a la inmensidad triste. © Laura Villanueva Guerrero