la sacudida larga de una estrella negra.
Así llegan los días, con su golpe seco
de realidad en la ventana.
El petróleo de la nada va cubriendo
nuestro viejo abismo de rosas,
el círculo de soles
donde aprendí a decir los números de tu nombre.
Me dejaste marchar a la soledad
de puentes vacíos y luces calladas.
El lago de oro donde veíamos venir la vida
sufre la ceguera del líquido.
Y vuelvo a preguntarme,
con esta voz paralizada en el alma,
cuánta verdad de flor había en tu beso,
por qué el mundo continúa
si se han evaporado los jardines del cielo.
Doy un paso más hacia la luna.
Tiembla el fuego de una avispa en mi boca.
Duele la ausencia más que nunca.
Se me han quedado frías todas las promesas
y en mis ojos cansados, el hielo juega consciente
una y otra vez a las despedidas.
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