callándose en la ausencia,
nidos vacíos de luz en la boca.
Rota el hambre,
sólo tengo sed cruzándome
las vértebras.
Creo verte en todos los aviones
que sobrevuelan la Península.
Intento adivinar adónde vas esta vez:
Estambul. Atenas. Dubrovnik.
Me gustaría volver al Monte Palatino
(voy a recordar toda la vida
ese día azul, tu caricia),
abrazarte
bajo la enormidad de la Historia.
Luego contar los segundos que tardo
en recorrer tu espalda con mi risa.
En fin, buen viaje.
Cuando llegues, no escribas.
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