Se empequeñece el espacio, la luna vuelve a ser canica en mi bolsillo. El tiempo es materia indivisible. Solo hay segundos en mis dedos, millones, aburridos, soñando con relojes de arena sobre una montaña de nieve fucsia. La realidad se deshace. Pétalos de nada bajan y suben. Las olas rompen cuadradas. En el horizonte vive la araña que teje el dolor reptante de la ausencia. Observo el mundo. También es indivisible, de kilométrico acero. Duermo sobre un tenso cable de nube. En equilibrismo constante, en búsqueda continua de tu beso. Un suspiro sobrevive en el crepúsculo. Allí dejo tu nombre junto a este inútil amor eterno.
lunes, 29 de mayo de 2017
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