Lo último que nos une es agua mohosa reduciéndose a una sola gota, otro lugar invisible con un lamento encerrado. Realidad dentro de la realidad y una tristeza lanzada al lago para ver si flota o es piedra que pesa. Yo tuve en las manos el mundo y quise que fuera tuyo. Después llegó la alambrada del lenguaje, la definición humana del dolor, la noche, las margaritas que abandonaban sus estrellas, volando juntas hacia el borde del precipicio que separa el sol del tiempo. Y el tiempo del mar. Hay tantos horizontes para olvidarnos...Y yo estoy anclada en la nube de siempre. No tiene luz, pero tampoco sombras azules. Sigo perdida en el recuerdo de tus ojos, para salvarme de mí misma y de este veloz universo expansivo.
martes, 10 de octubre de 2017
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