viernes, 22 de julio de 2016

Un huracán de Kansas

Pensaba que me temblaba el cuerpo,
pero era mi existencia entera
lo que temblaba.

Un huracán de Kansas habita
en mis venas;
en mis ojos,
sótanos para no ver más que oscuridad.

Lágrimas de mariposas candentes
me recorren las mejillas.

Anoche tu boca
adivinaba otros labios.

No amanece mar, amanece fango.

Y una luz afilada
que se me clava en el alma
que me hace sangre
que me eleva a un sol de sombras
y allí te nombro
una y otra vez
por si volvieras.

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