Te espero desde hace un siglo, cuando otras escribían poemas con las sílabas de mi llanto, presagio -su dolor- de mi largo daño. Te beso con el ala robada al sueño de un pájaro. Busco en tu garganta mi respiración entrecortada, herida del aire que sangra líquido en tus labios. ¿Te vas de la invisibilidad de los lugares? ¿Te llevas, lejos de mí, las luces engendradas en tu carne? Cae la luna en tus ojos y miras mi cuerpo blanco desde de tu blanca noche. Sí, te espero. Un impulso infinito me arroja a tus brazos, barranco dulce en el que muero saltando. Y se me incendia la voz de tanto amor callado.
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