El viento desordena
nuestras manos
con caricias caídas
de árboles fríos,
casi nieve o danza.
Te mueves en mi boca.
Paseas por mi plegaria:
madrugada,
prisión,
nube,
huída.
¡Qué algodón ovalado,
qué voz ensanchada!
Pruebo el sabor de tus células,
la vida que crece
en húmeda estancia.
Respiro tu fuego.
Soy cría de dragón
cuando reposas
en mi lengua.
Y me enrosco en tu pecho
para ver llegar
un nuevo planeta
de medusas rojas,
algún mar de piedras blandas,
un desierto trepando
por montañas de agua.
Bésame y acaba
con esta agonía sísmica
que siempre me atrapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario