Esta nueva geografía roja del deseo ha transformado todos los mapas, más aún que la desunión soviética o la paz de Los Balcanes. Te pertenezco debajo de toda luz encendida, nómada en tu cuerpo, me desvivo en el recorrido, reconociendo cada parte como un todo. Acaricias mi canal de Venecia, agitas la superficie y combates conmigo en el fondo hasta traer la tranquilidad a las aguas. Te miro después, por si ha cambiado el color de tus ojos. Y siempre veo el mismo océano haciéndose ala en tu pupila. No acaba el vuelo trasatlántico por tu mirada. El pulso salta a ratos en una sosegada taquicardia. Y te beso las manos con mis dedos, hasta que la caricia nos llena de saliva el alma.
jueves, 28 de diciembre de 2017
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