A estas alturas de la vida, nos limitamos a querernos y evitar desequilibrios existenciales.
Tus manos seguirán protegiendo islas, de mis naufragios. Cuando el infinito tense el escalofrío de mi alma, yo sabré huir a la vértebra número cinco de tu espalda y soñar despierta con que te quedas y me amas al llegar la mañana.
Sin ti sería otra mujer, sensata, cuerda. Pero prefiero esta pulsión desenfrenada que liberas en cada centímetro de mis piernas.
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