Me acaricias, como si quisieras protegerme de la fragilidad del paraíso. Te acompaño en los vértices de tu cuerpo y dejo caer mi agua en cada idea de tu boca. Tu comienzo es mi final. El verano se clava en mis huellas dactilares. Te pertenece mi sentido del tacto y alguno de mis descontrolados abismos.
¿Cuánto día tiene la noche?
Tu voz ilumina. Me susurras. Muere el sol sobre un mar de nieve. El escalofrío del planeta se queda en mi ombligo; y baja. Callo tu nombre apretando los labios contra el alma. Se mueve el cielo. Las flores vuelven a volar sobre montañas. Todo avanza. Y yo sólo quiero otra larga pausa, para perdernos juntos en el recorrido invisible de tu lengua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario