Te echo tanto de menos que me duele el reflejo de la caricia en el espejo. La noche no juega a ocultar las casas y se vuelve petróleo lánguido cualquier percepción de alba. No llega un día sin oscuridad, se queda rojiza la ventana y no soy capaz de ver el cromático canto de las libélulas. Todo es voz cansada. Los árboles se adentran más en la tierra, buscando luz húmeda. El calor envuelve la calma triste de la ausencia. No creo que vuelvas. Y si lo hicieras, te he guardado el ansia de mi espalda para que tu boca se exceda.
sábado, 15 de julio de 2017
El ansia de mi espalda
Te echo tanto de menos que me duele el reflejo de la caricia en el espejo. La noche no juega a ocultar las casas y se vuelve petróleo lánguido cualquier percepción de alba. No llega un día sin oscuridad, se queda rojiza la ventana y no soy capaz de ver el cromático canto de las libélulas. Todo es voz cansada. Los árboles se adentran más en la tierra, buscando luz húmeda. El calor envuelve la calma triste de la ausencia. No creo que vuelvas. Y si lo hicieras, te he guardado el ansia de mi espalda para que tu boca se exceda.
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Te irás, la vida se definirá por otros gemidos, se abrirá la puerta a la inmensidad triste. © Laura Villanueva Guerrero
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