Remo, para ahuyentar la nada que invade el deseo. ¿Dónde está tu espalda? No hay otro lugar donde mis caricias olviden el invierno. El lunar de tu hombro me está dejando las manos sin aliento. El sol entero cae a mi lado. Calor en el verbo. El último suspiro de mis dedos me abre los muslos para abarcar el tiempo. Y me inclino ante tu boca, buscando el primer beso de la tarde.
Voy a dejar en el suelo casi toda la ropa. Acércate y comienza nuestro plan de escape. Rompe mis ataduras con el cielo y con la tierra. Quiero tenerte detrás, en la nuca, contando los metros que nos separan de aquella hoguera gigante. Ya queda menos. Hazme avanzar. Posa tu voz en mi ombligo, como si fueras un olvidado llanto de la primavera. Me gusta saber que estás en esta experiencia de mi existencia.
El tallo floreciendo. El aire respirando.
Te rodeo las rodillas con mi lazo de saliva y ausencia, trepo (luz de árbol, amapola abierta a su fin), devoro tu prueba vertical de vida. Mi lengua reza. Estás creciendo más, hasta que eres parte real del movimiento de mi cuerpo. No te detengas con el ansia de mi prisa. Necesito olerte el alma. Por eso vuelo. Te oigo dentro, sonido fugaz de muerte. Y todo mi fuego de flor se deshace sobre ti.
El tallo floreciendo. El aire respirando.
Te rodeo las rodillas con mi lazo de saliva y ausencia, trepo (luz de árbol, amapola abierta a su fin), devoro tu prueba vertical de vida. Mi lengua reza. Estás creciendo más, hasta que eres parte real del movimiento de mi cuerpo. No te detengas con el ansia de mi prisa. Necesito olerte el alma. Por eso vuelo. Te oigo dentro, sonido fugaz de muerte. Y todo mi fuego de flor se deshace sobre ti.
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