Mi desnudez se desmaya en tu cuello, como un tallo liberado de turgencia. Te rodeo con los labios y cuento los pliegues donde buscar oro de estrellas.
El atardecer hoy no tiene sombras. Una enredadera de soles sube a desintegrar la atmósfera.
Sólo quedan dos cuerpos que se piensan, ingrávidos e inmortales, alrededor de la Tierra. Y un fuego microcósmico iluminando una noche de enero que empieza y se desvela.
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