Abríamos la luz
para ver cuántas estrellas iban dentro.
El cielo
era el espacio protegido del beso:
volaban labios, puentes y aquella montaña
donde solía ponerse el sol antiguo.
Si te vas ahora,
llévate contigo la distancia.
Los árboles no viajan,
su dolor se consume
en la rigidez oscura de las ramas.
La incertidumbre es otra desviación
de la esperanza.
Si te vas,
cómo salvaré los abrazos sagrados,
a quién le haré mis preguntas de madrugada.
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