A veces lloro y es tu recuerdo que intenta ver el mar. Todavía duermo bajo la estrella violeta que encendió mil besos y una llaga.
Fue tan injusta aquella despedida antes de tiempo.
Cuando la noche pierde gravedad, imagino que vuelves y apoyas tu voz en mi espalda. Los números del cielo son pares y tienen nubes.
Nunca es tarde. Todas las horas de mi cuerpo se agolpan en nuestro precipicio azul de caracolas fugaces.
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