Me balanceo en el vaho de tus labios. Te miro a los ojos para descubrir mi propio ser como una luz nocturna que grita y huye. En cada giro del aire mi voz es una súplica. Vuelvo a la era de la serpiente y trepo por la causa dinámica de tu deseo.
El duelo de la existencia: el amanecer o yo. Y eliges mi espalda para morir de nuevo.
Busco en tu cuerpo las flores abiertas de mi instinto. Soy hoja desnuda mecida por la penumbra y el viento. Me rozas los límites, en este tiempo sin dioses ni demiurgos.
Atravieso el volcán anclado en la luna - sueño y fuego -. La noche lleva la hoguera en la sangre. No hay vida después del sentimiento.
Te conviertes en un haz de esencia líquida y contraigo una deuda eterna con el mar. ¿Cuántas olas me hablarán de ti? ¿Hacia qué orillas peregrinará mi boca para entender el espacio con ausencia infinita?
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