Serpentean las lunas caducas de otoño. El mar se detiene en su réplica de isla y descansa del movimiento sin finalidad. Contemplo la quietud de las olas
y se me suben a los labios
las figuras de tu cuerpo,
los hilos terrestres de las nubes.
Me recorre los dedos
un silencio de arena húmeda.
un silencio de arena húmeda.
¿Cómo podré huir de todos tus incendios?
Tus ojos conservan el vuelo de los pájaros al amanecer, un canto de alba y luz.
Tu voz a veces esconde universos y yo juego a desorientarme en el laberinto ordenado de las constelaciones.
Llevas el cielo en las manos para ofrecerle a mis hombros el límite azul del espacio.
La lluvia es un recuerdo lejano de otro mundo, cuando la vida sucedía verticalmente y los peces nacían en montañas de agua dulce.
Siento tu caricia. Y el sol de la tarde se posa en un horizonte amarillo de templados pétalos.
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