A Ramón y Elo. También nacen mundos reales de una fotografía.
La primavera silvestre piensa y se expande en el fuego invisible de la tarde. Hay un látigo de espera en mi garganta. Mis labios han dejado de pronunciar pérdidas y huidas. Ahora pertenezco a la desesperación del sol. Llevo en los ojos un nuevo calor de corolas amarillas.
Un recuerdo salvaje de mar inunda raíces y tierra. Encontrarás mi amor en todas las estrellas de Júpiter. El tiempo se divide en abrazos largos o muy largos. Las cicatrices se han evaporado en contacto con la luna.
Se dobla el aire y tú te recuestas en su ángulo de cien grados para que yo te siga con los ojos cerrados. Me gusta mucho más tu lado del mundo, no existe el dolor, tan sólo ese látigo en la garganta, cuando respiro encima tuya y se desintegra la distancia.
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