Nos ha perseguido el calor del universo hasta aquí, hasta esta muerte de azahar: tu cuerpo inventando aromas en mi cuerpo.
Mi pulso vibra, como una nube de hormigas, con el roce de tu aliento. Esta brisa de amor que mueve las ramas del mundo y la quietud de las cosas.
Te abrazo con la luna en la boca. Y apago la brújula, para que mi lengua pernocte en tu lengua.
¿Ya es verano? Tu insistencia permanece cálida en las marcas de mis caderas. Has liberado al mar de su jaula blanca.
Pósate, amor, otra vez, en mi estrella azul y háblame de esa lámpara que siempre dejas encendida para que el horizonte no se quede atrapado a oscuras en mitad de nuestro movimiento.
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