Cuando el sol te descubra algún día en mi ombligo y te pregunte por qué y tú le expliques que se trata de un calor distinto (sal ardiendo, tiempo que muere dentro del espacio), que honras a la curva del horizonte entre mis piernas y me buscas en la plata sumergida del mar, como un alga indisoluble de tu cuerpo.
Que confiero una luz extraña a tus ojos, que nunca miento con los suspiros de mi alma en danza, que soy tan tuya que mi cama me desplaza a la noche de al lado para no ver tu nombre, rojo, en mi boca despierta.
Que una vez fui luna y nueve planetas crecían entre mis senos, que la lluvia se evapora en mi nuca después de tus besos, que mi columna se arquea en el sudor de tu espalda y que no puedes moverme de ti porque giramos juntos en el mismo pronombre.
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