Mi dolor desemboca en ti, lágrima a lágrima y por mucho que intento huir, vuelves intacto de los jardines de música y agua donde veíamos pasar la nada. No nos importaba el mundo. Tu mano soportaba mi idea de amor eterno y sobrevivía a mis preguntas retóricas. ¿Dónde estarás en septiembre, amor? ¿Qué sol de mediodía acariciará tu cabello?
He muerto tantas veces en esta ausencia... Es viernes y quizá una primavera lo cambie todo, excepto el recuerdo de tu voz en mi piel desnuda, que como un átomo sin tiempo sigue clavada en mi nuca. La lámpara y yo, te soñaremos esta noche. Habrá una fantasía de beso y luz (lo fugaz en tu boca, es mi para-siempre).
Nunca te he esperado tanto como ahora que es demasiado tarde y ya has emigrado al olvido en tu propia burbuja mecánica.
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