Estoy esperándote en todas las selvas, con un grito guardado en el corazón y un último abrazo cobrando vida en las piernas. El movimiento de la naturaleza insiste en su pugna continua con tu ausencia. Anoche cayó un océano blanco del cielo menguante y yo te busqué entre los supervivientes en la tierra. Me siento sola aunque brillen las estrellas.
Te he echado de menos cada tarde, cuando llenaba la bañera y tú no estabas para ayudarme a deshacer la espuma. Esta ciudad, a veces, resulta insoportable sin tu risa. ¿Te acuerdas cuando le tirábamos piedras al sol?. El calor sólo podía ser nuestro. Los átomos de la rutina paraban a tomar agua en tus labios. Siempre fuiste un oasis en mitad del tiempo.
Vuelve, aunque sea para dejar tu sombra tendida en la cama, junto a mi sueño. Sigo teniendo miedo cuando se hace de noche y el mundo me habla de ti en lo inabarcable del silencio.
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