miércoles, 7 de junio de 2017
La última vez
No podemos dejar de abrazarnos.
Se caen las olas del sol
sobre el océano
y sentimos un nuevo salto de agua.
Tu espalda vuelve a ser milagro.
El mundo fluye, estanque pequeño,
entre mi latido y tu pecho.
Un racimo de amapolas raya el cielo.
Y nacen suspiros azules.
Y vuelan sumergidos en flor, los pájaros.
Tu nombre permanece como un eco
de mi boca, en la luna. La nostalgia
es un grito que tiembla callado.
Aquella nube de nieve
se está rompiendo con mil besos dentro.
En cada sueño, invento una figura
y después te busco despierta.
Mis párpados tienen la fiebre de la rosa.
¿Cúanto deseo
cabe en la ráfaga de luz
que prende
de letras mayúsculas, mi cuerpo?
No te vayas nunca
de mi cintura, tus dedos
me unen al orden de la naturaleza.
Empieza a contar del infinito para atrás
y descúbreme al principio:
estoy imaginándome en tus ojos cerrados.
Quizá sea la última vez que te vea
y mis manos cierren su línea de la vida.
Quizá la voz de mi caricia crezca en otro lado.
Pero ahora, sí, abrázame los labios
contemplando juntos la expansión del universo
y graba tu huella de fuego
en la consciencia atemporal de mis pasos.
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Te irás, la vida se definirá por otros gemidos, se abrirá la puerta a la inmensidad triste. © Laura Villanueva Guerrero
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