Nómada luz, tu boca;
en otras almas,
en otras esquinas de aire detenido.
Nómadas, tus manos;
arañadas
por inciertos tactos invisibles.
Restriegas en mi espalda
un amanecer usado
y mis uñas se rebelan contra la nada.
Yo juego a ser escultura
de raíz de árbol,
que te pertenece
y te espera
con cien relojes al cuello
marcando la hora de tu llegada.
Vienes a buscarme
desde tu jardín de hojalata,
haciendo un ruido dulce
en mi vida insonorizada.
Después te vas
y el silencio se queda
con tu olor
y una despedida de dolorosa lava.
miércoles, 17 de agosto de 2016
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