Ha dejado de ser invierno
y aún sigues buscando arcilla cálida en mi cuerpo
para compensar el vacío de la existencia humana.
Sin embargo, mi piel ya está cubierta
de flores violetas. Extendida, se confunde
con un jardín que vuela entre los astros invisibles
de la mañana.
Pasará la primavera y, cuando llegues
a la primera puerta del verano,
hallarás todas las aristas de mi fuego.
Surgirá del subsuelo mi geometría caliente
y se enredará en tu cuello
como una intriga de besos.
Lucirán tus superficies con el brillo azul
de mi permanente deseo.
Cada viaje de mis manos conducirá a tu espalda.
En mi equipaje llevaré sólo un mar,
de mi sudor y saliva, lleno.
Y lloveré sobre ti, tempestuosa alga.
lunes, 15 de agosto de 2016
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