sábado, 16 de septiembre de 2017
Después de la urgencia
Después de la urgencia
siempre viene la calma,
aunque en tu cuerpo desnudo
el tiempo se desordena.
Se mezclan un ayer de mis piernas
con un mañana de tu espalda.
Y así, casi desorientados,
cerramos los ojos
para vernos con la luz del alma.
(Soy cómplice de tu sonrisa
cuando llega la madrugada).
Anda, quédate.
Después de la urgencia,
puedo volver a prender la llama.
Y sentir el canto de tus dedos
en una caricia larga.
¿Qué es muerte y qué es suspiro
en este entrega curvada?
Tanto amor con tu nombre
se está llevando la distancia.
Quédate. Subamos juntos
a nuestro mar de luciérnagas.
Naveguemos con las bocas
entrelazadas,
tragándonos la saliva del otro
para no ahogarnos solos
en mitad de la nada.
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