Al pensarte con tanta fuerza, han estallado los azulejos del baño. Entre tantos escombros pequeñitos, no sabré plantar las rosas de la inocencia; ya no. Sólo me queda vivir en este deterioro del paraíso (fuego devorado por nubes de agua).
Mi voz, casi humo, sale por la ventana a tu encuentro. Me oprime esta verdad a medias de quererte-odiarte como única migración posible al caos ordenado de la ausencia.
Mi lágrima te espera en tu portal, en el buzón, mezclada con los folletos de publicidad; en la cerradura de la puerta. Abre. Dentro podrás olvidarme, sin que me dé demasiada cuenta.
Dolerá el silencio. El yo-yo de estrellas jugando a la destrucción del cielo. La luz sometida a baja temperatura. Dolerá el frío. Las huellas de otros labios en tus dedos. La pregunta continua de mis manos por tu espalda. Dolerá el recuerdo desintegrado.
Y en mi boca se refugiará el túnel bidireccional hacia la muerte.
Y en mi boca se refugiará el túnel bidireccional hacia la muerte.
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