La primavera, esta vez, tiene el calor exacto del vacío y entre mis manos juega la Memoria a ser planeta.
La otredad no se rinde ni en mi espalda, me fabrica ruedas con las que avanzar (las alas pertenecen a mis antepasados).
Sueño con pájaros de luz, con su vuelo rojo allá en el horizonte recreado en un cuerpo de mujer.
Y miro las estrellas alejarse unas de otras, expandiéndose el espacio detrás de mi nuca.
Toda iluminación tiene su sombra.
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